Nuestro paso por la Feria de Teatro de Castilla y León nos deja palabras tan bonitas como las de Charo G. Palmero en su blog Deriva. Miradas de otro mundo
«Descubrí a Ramón J. Sender con 13 años, en una de esas lecturas obligatorias del instituto («El bandido adolescente»), probablemente porque mi padre era más de Delibes, y de él sí que me había devorado (o seguí devorando), todo lo encontrado. No recuerdo cuándo leí «Réquiem por un campesino español», quizás un par de años después, en esos veranos en la playa con mis abuelos, donde la lectura casi obsesiva era parte de la rutina. Y ayer, aunque deseaba que ocurriera, me ha golpeado de nuevo esa tristeza que recuerdo haber sentido al leerla. Puede resultar algo masoquista ese verbo, «desear», cuando hablamos de cierto sufrimiento. Pero si no hubiera ocurrido, si no hubiera resbalado alguna lágrima traicionera hasta la mascarilla, si la emoción no me hubiera embargado, ahora mismo no estaría escribiendo esto.Temía que no hubiera esa contención tan necesaria, temía que no supieran mantener un ritmo apropiado, temía, temía… y era un temor anticipado e infundado, porque ante esas soberbias interpretaciones y esa escenografía que acompañaba constantemente el discurso, solo pude agradecer en silencio cada minuto que duró la representación. No era un reto fácil encontrar el tono justo, la dramaturgia adecuada, el ritmo preciso. Y lo hallaron todo. Joaquín Murillo y Saúl Blasco, los dos actores de la compañía aragonesa Che y Moche, dirigidos por Marian Pueo, han plasmado en las tablas toda la esencia del libro, y lo han hecho de manera magistral.»
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